Diez cosas que vivieron los adolescentes de los 90'

Qué significó la década del noventa para los que nacimos a mediados o principios de los ochenta? Los primeros amores, la rebeldía, las bandas favoritas, el gusto por el arte, la aparición de los ídolos, los libros que marcaron nuestra forma de pensar, series imperdibles, travesuras con amigos (algunas más arriesgadas que otras) y la formación del carácter, entre otras cosas. Aquella etapa albergó los mejores años de la adolescencia. A medida que nos alejábamos en el tiempo, tuvimos que acostumbrarnos a las modas, tendencias y nuevas costumbres. Sin embargo, todavía guardamos infinidad de recuerdos y cada vez que se presentan, nos generan una especial nostalgia. Estas son algunas de las situaciones más típicas de aquellos años.


Ir a los videojuegos. En los noventa, los adolescentes íbamos a jugar a los videojuegos con amigos o familiares. Aquella era toda una salida. Quienes no contaban con el presupuesto suficiente para adquirir los costosos Arcades que se enchufaban al televisor (Nintendo, Family Game o Sega), elegían esta actividad para divertirse. Sunset Riders, Street Fighter, Daytona USA, Wonder Boy, Mortal Kombat, Pacman, son sólo algunos de los títulos que acapararon nuestra atención por infinidad de horas. Ahora los juegos llegan a través del celular y de forma gratuita. Lamentablemente, ninguno de ellos puede causar la diversión de los clásicos que tragaban todas las monedas recolectadas durante la semana. Además, ese tipo de tiendas traía otras particulares situaciones consigo. Los jugadores a vencer, el punto de encuentro con nuestros amigos y la chica o chico que siempre esperábamos encontrar al llegar a la tienda.

Vida callejera. Los adolescentes de los noventa disfrutábamos de la vida en la calle. Cuando no estábamos en la escuela, tomábamos las llaves de casa y salíamos a divertirnos con amigos. Largas bicicleteadas, partidos de fútbol en lugares con poco tránsito, paseos por los centros comerciales o carreras en patineta eran algunas de nuestras opciones favoritas para pasar el tiempo. Al superar los 12 o 13 años las principales preocupaciones comenzaban a girar en torno a las chicas y chicos que acaparaban nuestros pensamientos. Los bailes en escuelas, cumpleaños en casas de conocidos y las matiné de alguna disco se convertirían en la prioridad número uno. En esos lugares acontecían las escenas más recordadas de nuestra adolescencia.

Las bandas de los 90'. ¿Recuerdas cuáles eran las bandas y solistas más escuchados de esa década? En los bailes o discotecas teen los amantes del pop enloquecían con los hits de Aqua, las Spice Girls o Abba Teens. Ninguno de esos populares conjuntos suena en la actualidad, a pesar de que en aquella época ocuparon los primeros lugares de los principales rankings. Los más rockeros elegían bandas como Nirvana, Red Hot Chilli Peppers, Green Day o Metallica. Para estos nombres el destino resultó bastante más próspero. Excepto por Nirvana que se disolvió tras la muerte de Kurt Cobain. También ganaron mucha popularidad las band-boys como N SYNC o Back Street Boys. Britney Spears acaparó toda la atención mediática con su hit “Baby one more time”.

Grabar casetes y aparición del discman. Hoy en día casi todo puede ser descargado en cuestión de segundos. En tan solo algunos minutos puedes hacerte con la discografía completa de tu banda favorita. En los noventa aquella era todo una experiencia. Grabar un casete con la música que más disfrutábamos era un proceso largo y a la vez enriquecedor. Se creaba una intimidad particular con los artistas. Escuchábamos muchos discos para seleccionar cuidadosamente las canciones que integrarían nuestro compilado con los mejores hits del momento. Esos cuadrados de plástico con cinta negra eran nuestros tesoros más cuidados. Cuando apareció el revolucionario discman, la vida ya no volvió a ser la misma. Sentíamos que llevábamos un objeto futurístico en nuestras manos. Poco a poco el casete fue perdiendo terreno hasta ser dejado de lado. Algunos nostálgicos todavía guardan grandes cajas con las grabaciones que hicieron en su adolescencia.

Primeros usos de las computadoras e internet. Las computadoras comenzaron a ganar protagonismo en la segunda mitad de los noventa. Todos nos sentíamos como NEO al conectarnos a través de la línea telefónica con internet. El Netscape era uno de los primeros navegadores en introducirnos a la web y la mayoría de los sitios eran actualizados o editados manualmente por sus dueños. Cada vez que necesitábamos conseguir una información para la escuela recurríamos a la ya olvidada Encarta. Antes del Messenger, el chat de Facebook y Whatsapp existió un programa que acaparó la atención de la mayoría de los adolescentes: ICQ. ¿Quién no recuerda el famoso “O-ouu” que se escuchaba por los altavoces cada vez que recibíamos un mensaje nuevo? También se podía bloquear a los usuarios molestos, mantener nuestro estado invisible para que nadie pudiera vernos y escuchar una especie de golpeteo en la puerta cuando un amigo se conectaba al programa. Poco a poco fue perdiendo terreno ante los modernos chat que introdujeron las mega empresas de las computadoras. Sin embargo, ICQ siempre guardará un lugar especial en nuestros corazones.

Ver televisión. Quienes fuimos adolescentes en los noventa tuvimos el privilegio de disfrutar los años dorados de los Simpsons. La famosísima serie de los personajes amarillos disfrutó de sus mejores capítulos en aquélla década. También ganaron protagonismo dibujos japoneses como Dragon Ball Z, Los Caballeros del Zodiaco o Super Campeones. Los más grandes grababan en sus videocaseteras los capitulos de Beverly Hills 90210, Friends y The X-Files. Además tomaron mucha popularidad algunas tiras exclusivas para la familia. The Nany, El Principe de Bel Air, Alf y Step by Step eran las elegidas a la hora de compartir un momento frente a la pantalla.

Bailar lentos. ¿Existe una adrenalina más grande que la vivida al momento de bailar un tema lento con la chica o chico de nuestros sueños? Antes de llegar a esa increíble experiencia se elaboraban miles de estrategias para lograr el objetivo. También evaluábamos las posibles respuestas que podíamos recibir si el blanco no era seguro. Aquellas inseguridades podían conseguir paralizar todo nuestro cuerpo. Sin embargo, el deseo por lograr el objetivo soñado superaba los miedos y elegíamos saltar. Si la respuesta era negativa, te sentías miserable por un largo rato (a veces hasta días). En el caso de que aceptaran la propuesta, bailabas a 1 metro de distancia, con los brazos bien extendidos y apenas tocando los hombros o cintura de la otra persona. Además, la vergüenza era tan incontrolable que muchas veces hablábamos con los amigos que bailaban alrededor para hacer pasar los segundos. Ese ínfimo lapso de tiempo producía un centenar de anécdotas, sensaciones y emociones a magnificar durante las charlas con nuestros conocidos.

Modas. Los tatuajes todavía no eran tan comunes entre los adolescentes de los noventa. Hoy la mayoría de los jóvenes tienen algún dibujo o inscripción grabado sobre la piel. De hecho, son cada vez menos las personas que deciden no marcarse el cuerpo. En aquella época se usaba atar el abrigo en la cintura (los más cool se lo cruzaban por arriba de los hombros y debajo del brazo), las argollas finitas para las orejas de los hombres, el aro sobre la ceja, los anillos de coco, las camperas y jardineros de jean y las mini mochilas para las damas. También existían las riñoneras hippies, pantalones tiro alto, el pelo muy largo y los pitucones que tapaban los agujeros en la ropa. Los más osados teñían sus cabellos de colores, al mejor estilo Billy Joe Armstrong de Green Day. Otros adolescentes se acoplaban a la moda hardcore de pantalones holgados, collares metálicos, gel en el cabello y remeras oscuras con la insignia de su banda favorita. Por el momento esas tendencias quedaron en desuso, a la espera de que una nueva generación las vuelva a sacar del placard.

Hablar por teléfono fijo. ¿Has llamado a tu amigo, pareja o familiar a su casa? ¿Todavía tiene teléfono de línea? Por más que las preguntas parezcan ridículas y anticuadas, hace menos de 20 años los adolescentes pasaban varias horas al teléfono. Apenas existían algunos celulares, internet recién daba sus primeros pasos y los chats todavía no lograban reemplazar esa tecnología. Casi todos los adolescentes sufrieron los retos de sus padres por las abultadas cuentas de teléfono que llegaban a fin de mes. Uno de los pasatiempos favoritos de los jóvenes era ese. Hablar por horas con la pareja o amigo por el tubo del teléfono. Sin importar que hubieran estado juntos durante todo el día. “¡Estoy hablando!”, esa era la odiosa respuesta que recibían los miembros de la familia al levantar algún tubo ubicado en otra parte de la casa. Estos artefactos pasaron a convertirse en extraños objetos de decoración y solo suenan con algunos llamados de padres, abuelos o familiares adultos.



Escribir cartas. Una de las experiencias más grandiosas que vivimos los adolescentes de los noventa fueron las cartas. Si necesitábamos declararle nuestro amor a otra persona, el papel escrito a mano era la opción más original y efectiva. Aquellas obras albergaban toda nuestra poesía e ingenio narrativo. Era la mejor táctica para no quedar tan expuestos y evitar el ridículo en público. Los más valientes entregaban el sobre en mano, otros por medio de un amigo y los vergonzosos lo escondían en alguna prenda del destinatario. Muchísimas parejitas establecían la mayor parte de su comunicación a través de las cartas. Las más grandes confesiones eran volcadas en las hojas que decidimos regalar a las personas especiales de nuestra vida. Algunos debíamos recibir la triste noticia de que el noviazgo no continuaría porque la otra persona ya no sentía lo mismo. Lamentablemente esta grandiosa costumbre ha ido perdiendo terreno con el avance de la tecnología y los nuevos espacios de comunicación. Sin embargo, todavía existen unos pocos con ganas de regalar cartas, tarjetas o servilletas escritas a mano para alguna ocasión especial. Quienes fuimos adolescentes en los noventa disfrutamos de sobremanera estas maravillosas sorpresas.

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